Ay, que vos
Vos viniste a mi casa y zarpado bardo hiciste. Yo te abrí la puerta de mi casa y te re pasaste de vibración y mambo y te volví a escribir porque me bardiaste como bruja en llamas. Yo te dije que dale, que te abría la puerta de mi casa cuando quieras. Ay, que vos viniste, me abrazaste porque viste que yo vi que vos vivís pasado de mambo, como un chevy canchero: puro motor, a puro rugido. Pero si vos naciste así, más revolucionado que la era de acuario. Te perseguiste, y claro yo te venía siguiendo casi todos los pasos. En eso de verte tropezar, de verte interrumpir, de querer hablar, de buscar pertenecer fuiste armando una piecita bien de okupa linyero adentro mío. Que bardías siempre y me contás las cosas que odiás al pedo, porque vos sos tan amor, tan rosado, tan fresco y calentito como un poema de minita de Bukowski. Y sí lobo, te instalaste, te preocupaste y te ocupaste. Yo vi que adentro tuyo también había espacio y puse un par de muebles, tiré un colchón y un par ...