El Puesto no es lo que importa
Nunca me importo realmente
el lugar que me toco ocupar en esta vida, en distintas ocasiones en
distintas situaciones, bajo la mirada celosa de mis compañeros y mis
enemigos, nunca me importo, me tocó vivir cientos de siglos instantáneos
bajo las sombras de lo indescriptible, entender el odio y la naturaleza
que se esconde detrás de las raíces que forman la simulación entre una
persona y ese punto inalcanzable que es el otro.
No vinimos a esta vida para ganar algún tipo de puesto reconocido en las antípodas de las civilizaciones exitosas.
Para ser el punto en el vacío del que habla Carl sagan cuando intenta explicarnos el cosmos, estamos para lograr algo que nos lleve de manera minuciosa a la respuesta de quienes somos no para lucrar con el reconocimiento y esa dosis de éxito que alimenta las venas de nuestra vanidad haciéndonos creer que nos ganamos algo en esta sociedad.
No vinimos a esta última trinchera de la existencia, lejos de los planetas orbitantés y las galaxias evolucionadas a pelear el puesto para transformarnos en los próximos “Noe Bonillo” al romper el record de cortar por 73hs 13 minutos y 8 segundos la mayor cantidad de fetas de jamón en la historia de la humanidad.
No pienso que la existencia y el lugar en el que estamos parados sean una cruel competencia que exige que los participantes se saquen los ojos como lo hacen los enloquecidos compradores que buscan las rebajas más ficticias en ese cuadrilátero capitalista que llaman Black Friday, nada de eso.
Esto definitivamente no quiere decir que tenemos que pasar a transformarnos en el paria que habita en el fondo de una cueva, los extremos son los más complicados de fundamentar, generalmente y como repetían continuamente en la antigüedad los hijos de Grecia cualquier extremismo es impuro, frágil y nos termina llevando a la destrucción, implementamos en todo caso la alegoría al dracma medicinal, la media justa e irrefutable.
Tal vez desde este pequeño rectángulo desde donde embisto la realidad y trato de controlar las pupilas dilatadas que me despiertan ante la conformidad.
Quiero creer en lo conveniente del éxito en la vida, pero que es el éxito si no un simple placebo que deja en manifiesto los estándares a los que como perro con cadena estamos sujetos.
Mi puesto es y será siempre el que me resguarde del dolor, alimente mi felicidad y me haga sentir vivo aun en los días más fatales.
Tal vez por eso es que no estamos juntos, tal vez por eso es que elegiste a alguien más, tal vez por eso no sea lo que todos piensan como alguien exitoso.
Pero de seguro no puedo dejar de estar feliz por este lugar que me toca ocupar.
No vinimos a esta vida para ganar algún tipo de puesto reconocido en las antípodas de las civilizaciones exitosas.
Para ser el punto en el vacío del que habla Carl sagan cuando intenta explicarnos el cosmos, estamos para lograr algo que nos lleve de manera minuciosa a la respuesta de quienes somos no para lucrar con el reconocimiento y esa dosis de éxito que alimenta las venas de nuestra vanidad haciéndonos creer que nos ganamos algo en esta sociedad.
No vinimos a esta última trinchera de la existencia, lejos de los planetas orbitantés y las galaxias evolucionadas a pelear el puesto para transformarnos en los próximos “Noe Bonillo” al romper el record de cortar por 73hs 13 minutos y 8 segundos la mayor cantidad de fetas de jamón en la historia de la humanidad.
No pienso que la existencia y el lugar en el que estamos parados sean una cruel competencia que exige que los participantes se saquen los ojos como lo hacen los enloquecidos compradores que buscan las rebajas más ficticias en ese cuadrilátero capitalista que llaman Black Friday, nada de eso.
Esto definitivamente no quiere decir que tenemos que pasar a transformarnos en el paria que habita en el fondo de una cueva, los extremos son los más complicados de fundamentar, generalmente y como repetían continuamente en la antigüedad los hijos de Grecia cualquier extremismo es impuro, frágil y nos termina llevando a la destrucción, implementamos en todo caso la alegoría al dracma medicinal, la media justa e irrefutable.
Tal vez desde este pequeño rectángulo desde donde embisto la realidad y trato de controlar las pupilas dilatadas que me despiertan ante la conformidad.
Quiero creer en lo conveniente del éxito en la vida, pero que es el éxito si no un simple placebo que deja en manifiesto los estándares a los que como perro con cadena estamos sujetos.
Mi puesto es y será siempre el que me resguarde del dolor, alimente mi felicidad y me haga sentir vivo aun en los días más fatales.
Tal vez por eso es que no estamos juntos, tal vez por eso es que elegiste a alguien más, tal vez por eso no sea lo que todos piensan como alguien exitoso.
Pero de seguro no puedo dejar de estar feliz por este lugar que me toca ocupar.
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