Una putrefacción arcaica que vale más que nadie

Hoy abrí la foto de perfil de una chica muy linda.
Fui pasando páginas
y sus fotos eran todas de ella,
teniendo exclusividad de cámara,
como si la siguieran a donde vaya
con su belleza.
Y sonríe así, se tira al sofá así, duerme así,
todo siendo linda.
Y sus amigos, ni hablar, todos hermosos.
Me cansé,
y abrí google para buscar fotos
de las ciudades sirias.
Gente cubierta de escombros
y ropas extrañas
que María Victoria, la chica linda,
nunca usaría.
Ella es rubia,
podría haber nacido cerca pero no,
nació en algún lugar de Buenos Aires,
lejos de aquí.
Lejos de todo en realidad.
Porque los fuegos invaden la penumbra en un desierto,
unos ojos miran el resplandor y un cuchillo,
siempre un cuchillo acecha
esperando que los ojos miren
y se introduce en la espalda.
Algo me duele en la constelación familiar.
Ella es tan hermosa
que hace publicidades para ser actriz.
Un día voy a ir a verla al teatro
y las entradas serán caras, probablemente.
Ese día nada estará lejos
ni ella,
ni sus amigos hermosos,
ni los sirios
y mucho menos yo
que la vi crecer, y garpé para ver.

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